Las olas del mar abrazaban la orilla y llenaban el aire de un aroma salado que te penetraba. La brisa soplaba tan fuerte que revolvía mi cabello y hacia que me entrara a los ojos. Pero no me importaba. Ya no.
Mientras la luna alumbraba la playa, lo miré por última vez. Sus ojos brillante por la luz nocturna no mostraban más que decisión. Esta noche estaba decidido a no dejarme ir.
Lamentablemente no podía decir lo mismo.
-...Pero no te puedes ir-concluyó en un suspiro apenas audible debido al fuerte murmullo de las olas.
Levanto una mano y la coloco suavemente contra mi rostro frío. El contacto de su cálida piel casi me derritió por un momento, pero eso no fue suficiente para cambiar mi decisión.
Negué con la cabeza y me aleje de su tacto poco a poco.
-Debo irme. Sabes que esto se acabó.-sentencié.
Y, sabiendo que no había más nada que decir, corrí por la suave arena. Alejándome de lo que alguna vez fue. Dejándolo solo bajo el brillo de la perlada luna. Y dejando mi corazón con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario